Día 30 de la Séptima Estación
Año 256 de la Era III
Farim, Nuevo Därlack
Tras un largo viaje, al fin conseguimos arribar a las tierras de los Khânzim, pero según llegamos tuvimos que dejar la ciudad atrás, y proseguir viaje.
Los hechos son que, tras generaciones de mandato de la familia más ilustre, debido a los últimos acontecimientos, con Maldan acosando durante todo el tiempo, hubo una gran revuelta, que terminó en el asesinato y exterminio de todos los mandatarios y sus posibles sucesores. Allí, tanto amigos como conocidos, han perdido la vida a causa del temor que asola los corazones de la población.
Buena gente se ha perdido, ya sea en las tinieblas de la muerte, como en las tinieblas de sus actos.
Al llegar, encontramos que gran parte de la ciudad de Sitrith apestaba a humo y a hollín, y que la mitad de la ciudad había sido pasto de las llamas. En el centro, en la gran plaza donde la milicia y los caballeros solían desfilar, había un espectáculo de hogueras, horcas, y cepos, con todo tipo de gente siendo torturada, ahorcada, o quemada.
Raennor, fiel a su costumbre, observó las cuerpos sin vida, y siguió adelante, comprendiendo al momento que un alto en el camino podría ser muy peligroso. Solo le vi vacilar cuando vio las casas en cenizas, recordando, supongo, el incendio de su propia casa, con todo lo que ha conllevado hasta el momento.
Tras parar un momento en un pequeño abrevadero para dar de beber a las monturas, decidimos seguir adelante, y cabalgar lo más lejos posible de la locura desatada en el lugar, no fuera que nos alcanzara por una extraña razón.
Tras cabalgar medio día, arribamos a un pequeño claro en el bosque donde, tras comprobar nuestra completa soledad en el lugar, encendimos una pequeña fogata. Ya aposentados, y contemplando bailar las llamas, Raennor me preguntó el por qué de lo que habíamos visto.
Por vez primera en mi vida, no he tenido respuesta para él.
La respuesta la conozco, por supuesto, pero no quería herirlo, por lo que le dije que a veces la gente hace cosas llevada por lo que ellos creen que es la verdad, y en este caso, ellos creían que la verdad era que los mandatarios, sus gobernantes, sus amigos y vecinos, eran el mal. Pero yo se que tras este comportamiento hay algo más.
Raennor me miró fijo a los ojos durante un rato, como sopesando mi respuesta, cavilando sobre su veracidad, hasta que de repente volvió la cara, y se tumbó de espaldas al fuego a dormir.
En realidad, lo último que atisbé de su rostro fue una lágrima cayendo a su regazo.
viernes, 2 de abril de 2010
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